Estas son las principales diferencias entre ChatGPT y Bard, la inteligencia artificial de Google.
La rivalidad entre Microsoft y Google es sin duda una de las más grandes del mercado
Ambas compañías compiten por tener el mejor motor de búsqueda, el mejor sistema operativo, las mejores aplicaciones y ahora también, por quién tiene la mejor inteligencia artificial.
Desde su llegada, ChatGPT se ha posicionado como la opción numero uno, debido a que fue la primera en lanzarse y en hacerse accesible para los usuarios de manera gratuita. Esta inteligencia artificial (IA), creada por OpenAI, pero financiada en gran parte por Microsoft se ha convertido en viral y ya son casi incontables los usos que se le están dando.
1. Datos actualizados
Uno de los aspectos negativos que tiene ChatGPT es que sus datos, es decir, su conocimiento solo está actualizado hasta el 2021, por lo que no podría responderte sobre acontecimientos recientes como el mundial de fútbol en Qatar, por ejemplo.
Mientras que uno de los aspectos más señalables de Bard es que está conectado al motor de búsqueda de Google e incluso tiene un botón de «Google it». Esta es una diferencia muy importante, ya que gracias a esto Google tiene una seria ventaja.
2. Idiomas
Lo cierto es que si no lo necesitamos no pensamos en ello, pero por muy inteligentes que sean estas máquinas los idiomas son una asignatura pendiente, sobre todo para Bard, ya que por el momento solo entiende el inglés. En el caso de ChatGPT, su idioma principal es el inglés, aunque también comprende español, francés, árabe, mandarín, italiano, japonés y coreano.
3. Límite de edad
Es ahora cuando la preocupación por lo que se puede hacer con la inteligencia artificial está pegando, expertos y analistas creen que debemos crear unas leyes y controles antes de seguir avanzando esta tecnología, por ejemplo. Google ya se ha puesto manos a la obra, y ha bloqueado el uso de su IA a las personas menores de edad, por su lado ChatGPT es de libre acceso, sin importar la edad del usuario.
Miguel Terán Haughey/eleconomista.es